Día 46, martes 20 de diciembre de 2016, San Filogonio, Isla Decepción, lat. 62º 58 S, 60º 40 W.
Han pasado exactamente treinta años desde que en diciembre de 1986 entré, a bordo del Pescapuerta IV, formando parte de la Primera Expedición Científica Española a la Antártida, en esta inmensa bahía de Isla Decepción, refugio de cazadores de focas y balleneros noruegos, ingleses y argentinos. Como si una larga parábola vital me hiciera regresar al punto de partida, hoy he vuelto a cruzar de nuevo el desfiladero de los Fuelles de Neptuno, que vigilan la entrada al interior de la isla, a bordo de otro buque galaico, también con base en el puerto de Vigo, el Sarmiento de Gamboa, cuya elegancia navegando honra la memoria del ilustre almirante pontevedrés don Pedro Sarmiento.
Pero no hay tiempo para la nostalgia: a bordo se vive la fiebre enloquecida de la apertura de la Base Gabriel de Castilla, otro navegante no menos ilustre, la base polar encomendada al Ejército de Tierra, en la que durante tres meses trabajarán un centenar de investigadores: oceános, pingüino barbijo, permafrost, meteorología, sísmica, vulcanología….
Sobre todo esta última disciplina, por si acaso: Decepción es una isla volcánica, hueca por dentro, una inmensa chimenea que conecta con los infiernos de magma incandescente de un río de lava, el rift de Bransfield, que atraviesa todo el Estrecho a lo largo de 800 kms., discurriendo en paralelo al archipiélago de las Shetland del Sur, donde nos encontramos. La entrada en la bahía ha sido elegante, majestuosa, como si el Gamboa jugara a ser una coqueta ballena metálica, contoneándose en presencia de un buque chileno de pasajeros. Caballerosos, nos cedieron el paso: solo un barco cabe en el cuello de los Fuelles de Neptuno, protegido por peligrosas agujas de roca que han provocado más de un naufragio. Un rosario de cadáveres metálicos y amasijos de madera yace en las profundidades.
Precaución extrema. La isla, ya lo hemos dicho, es un volcán, activo, su última erupción entre 1967 y 1970, arrasó las bases chilena y británica. Antes de poner pie en tierra, ha de observarse un serio protocolo: el Sarmiento de Gamboa dio una vuelta entera al perímetro exterior de la isla. El capitán, Pablo Fernández; y el comandante jefe de la base, Daniel Vélez, asistidos por el sismólogo Enrique Carmona, verificaron la primera inspección. A continuación entramos en la bahía, Puerto Foster, y el buque dio una segunda vuelta por el perímetro interior [véase la derrota del buque en la imagen del radar]. Luego se botó al agua la zodiac y un grupo de avanzada comprobó en tierra los registros sísmicos, mientras a bordo aguardábamos impacientes el resultado: el protocolo requiere esperar cuatro horas de cuarentena. Luz verde: el semáforo sísmico calmó nuestra ansiedad y se desató el zafarrancho de combate; toda la maquinaria humana y técnica del Gamboa puso en marcha la descarga y barqueo de toneladas de víveres y equipos, mientras los intendentes del Ejército de Tierra encendían generadores, calefacciones, agua, motores, luz, alegría de nuevo en la base, cerrada desde marzo, durante los nueve meses de noche austral. Se ha trabajado duro, muy duro, estamos a lo que estamos, con nieve, con frío, con mala mar, con mucho valor y decisión.
Hace diez días abrimos con igual eficacia la Base Juan Carlos I en Isla Livingston, y poco después el Campamento Internacional Byers. Mañana, con toda certeza, en tiempo récord y sin perder un minuto, el comandante Vélez izará la bandera de España en la Base Gabriel de Castilla y echará a andar en Isla Decepción el trabajo de esta XXX Expedición Científica Española a la Antártida, esta Aventura de la Ciencia en la que este año está teniendo un destacado mérito el buque oceanográfico Sarmiento de Gamboa, del CSIC, al que a mediados de enero se unirá el BIO Hespérides de la Armada. Aquí estaremos para contarlo, en las fauces del volcán, siempre que no se ponga tonto y entre en erupción.