Día 47, miércoles 21 de diciembre de 2016, Isla Decepción, lat. 62º 58 S, 60º 40 W.

A las 9 h. de hoy, con un sencillo acto para izar la bandera, quedó abierta y plenamente operativa la Base Científica Española Gabriel de Castilla. La jornada amaneció gris y desapacible, puramente antártica, poco acogedora para los equipos que los días anteriores han trabajado veinticuatro horas sobre veinticuatro en la descarga de víveres e instrumental, en la puesta a punto de toda la infraestructura de la base. Pero hacia las 9 h., el sol se abrió paso entre las nubes y gozamos de una mañana primaveral. Aquí es primavera austral, claro, «y los días buenos -comentaba el veterano sismólogo Amós, feliz de empezar ya a trabajar-, los días buenos en Decepción son espectaculares».

Después de visitar la base, el comandante Daniel Vélez formó la breve dotación antártica del Ejército de Tierra, en la plaza que sirve de acceso a la base española, a diez metros de la línea de playa, ante un monolito de huesos de ballena, donde una placa recuerda al almirante Gabriel de Castilla (1603). Un puñado de soldados animosos, dispuestos a hacer girar las agujas del reloj cósmico a su paso por esta latitud. A su lado, más informales, las investigadoras y los científicos. Todos han venido a bordo del buque Sarmiento de Gamboa, que en esta campaña ha tenido a su cargo la apertura de las tres sedes españolas de investigación: la base Juan Carlos I y el Campamento Internacional Byers, en Isla Livingston, abiertos hace una semana; y ahora la base de Isla Decepción.

El comandante recibió de manos del capitán Pablo Fernández la bandera regalo del Sarmiento de Gamboa, y la entregó al pie del mástil a la investigadora asturiana Susana Fernández, quien, emocionada, izó la bandera de España. Tras un brindis de bienvenida, regresamos al buque para continuar viaje, sin un minuto de demora, rumbo al puerto de Ushuaia, en Tierra del Fuego.

La despedida también fue emotiva: «Ese nudo en la garganta -decía Josabel, alicantina, estudiosa del pingüino barbijo- cuando ves partir el barco y sabes que te quedas aquí pase lo que pase…».

El poeta Antonio Pereira, cuando llegaba a su tierra, El Bierzo, decía «estar en casa, para morir o para lo que haga falta». Pues a eso hemos venido: en la Antártida estamos en casa, para morir o para lo que haga falta.