Día 30, domingo 4 de diciembre de 2016, Santa Bárbara, lat. 52º 25 S, Lon. 68º 47 W.

Hoy se cumplen treinta días desde que el buque oceanográfico Sarmiento de Gamboa zarpó del puerto de Vigo rumbo a la Antártida. Treinta días de adaptación a la vida marinera, atravesando el océano Atlántico de un tirón, tras hacer combustible en Las Palmas; en los que hemos recorrido más de 13.000 kms, hemos surcado el mítico y emocionante Estrecho de Magallanes, y permanecido tres jornadas atracados en el muelle de Punta Arenas, capital de la Patagonia chilena.

20161203_180451Treinta días en los que he sentido el afecto del capitán, “¡Hace un día estupendo, Señor!”, y de toda la dotación del Gamboa: ayer miraban sorprendidos mis maletas, dispuestas por si era necesario desembarcar por exigencias logísticas. Una expedición a la Antártida es algo complejo, delicado, no exento de riesgos. Por fortuna, carambolas de la vida, el cierre del aeropuerto de Kiev dejó en tierra a cuatro expedicionarios, y pude ocupar uno de los puestos. Estaba prevista mi reincorporación a mediados de diciembre; y en enero al buque polar Hespérides, que zarpa la próxima semana desde Cartagena. Pero el mal tiempo en Kiev me ha permitido seguir a bordo, y no faltó un solo compañero del Sarmiento de Gamboa que no me haya expresado su alegría al ver cómo deshacía el equipaje en mi nuevo camarote, compartido con dos electricistas valencianos, Cristóbal y Juan.

Que una tormenta en Kiev altere de este modo el rumbo de mi viaje, y de mi vida, es la metáfora perfecta de ese «Efecto Mariposa» que en la Antártida se percibe con más intensidad: habitamos todos esta casa y nos afecta el mismo cambio global. No sirve de nada ponerse de perfil.

El afecto sentido a flor de piel redobla mi compromiso periodístico con la campaña y mi energía para estar a partir del miércoles en primera línea de hielo, cuando lleguemos a Isla Livingston, para contaros un reto apasionante: la apertura de la Base Juan Carlos I.

20161203_190009Al finalizar cada verano austral, las bases científicas se desmantelan, allí no queda nada, salvo la estructura, que resiste el duro invierno polar; y cada primavera hay que desembarcar de nuevo todo: gasoil para encender los generadores que nos den luz y calor, y agua, víveres, varios contenedores de material de construcción para ampliar la base, y los equipos técnicos y de laboratorio de todos los científicos, que también vienen a bordo, alborotando y llenando de colorido humano la sala de informática y el comedor, hasta ayer bendito remanso de paz.

Para abrir la base, lo primero que se habilita es una gran barcaza, que fue la última carga ayer en Punta Arenas: una plataforma de siete toneladas, partida en dos mitades gemelas que luego se unen y el experto de la UTM Luis Ansorena me asegura que flotan… El proceso de carga fue delicado, medido al milímetro, tecnología de diseño propio UTM, probada en decenas de campañas anteriores.

La experiencia acumulada allana el camino de nuestra XXX Expedición Científica Española a la Antártida, en la que el buque Sarmiento de Gamboa tiene esta vez la alta responsabilidad de abrir las bases. Vendrán luego semanas de intenso trabajo de campo y laboratorio, hasta culminar la campaña a finales de marzo. Y todo esto, si el mareo no lo impide, lo iremos contando día a día en este blog #HorizonteAntártida, y en sus réplicas a través de la Agencia EFE, Televisión de Galicia, la crónica semanal en Radio Galega, MUNDIARIO, La Nueva Crónica, Galicia Digital…, y sus correspondientes redes sociales que en total suman más de un millón de seguidores directos.

20161204_053047Ellos, y cuantos vais siguiendo esta Aventura de la Ciencia, sois el motor de estas notas de bitácora, concebidas como parte de un trabajo en equipo, como lo es la vida a bordo -que debe funcionar como un reloj-, la convivencia, el descubrimiento cada mañana, cada tarde y cada noche de cosas nuevas.

Tras regresar a mar abierta por las angosturas del Estrecho de Magallanes, ahora surcamos el Atlántico Sur a la altura de Río Grande y en pocas horas avistaremos la Isla de los Estados, donde Julio Verne sitúa la acción de su novela El faro del fin del mundo. Le he sugerido al capitán fondear en la ensenada y bajar un rato en la zodiac a conocer el faro. Si la mariposa de Kiev mueve a tiempo sus alas, se lo cuento a ustedes mañana.