Especial para EFE:Verde, por @ValentínCarrera, Ushuaia
El buque Sarmiento de Gamboa repone fuerzas estos días navideños en Ushuaia, la ciudad del Fin del Mundo, tras haber coronado la apertura de las bases Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, donde los investigadores trabajan a pleno pulmón. En pocos días, zarpará de nuevo rumbo sur para completar su participación en la XXX Expedición Científica Española a la Antártida, a la que pronto se unirá el buque Hespérides.
Hace treinta años recaló aquí también la Primera Expedición Antártica, a bordo del Pescapuerta IV y del Nuevo Alcocero, dirigida por el joven biólogo, hoy director del Instituto Español de Oceanografía, Eduardo Balguerías. La «Campaña 8611» abrió a España las puertas del Tratado Antártico, y abrió a este cronista los canales de la percepción, una vocación viajera que desde entonces no ha cesado. Sin embargo, si en el tango argentino “veinte años no es nada”, la mirada febril se torna distante y reposada cuando han transcurrido tres décadas. El reencuentro con Ushuaia, como todos los viajes al pasado, es agridulce, metáfora de los cambios que hemos visto ante nuestros ojos, igual en mi tierra, El Bierzo, que en esta capital de Tierra de Fuego.
Uno guarda en la memoria selectiva los instantes de oro y plata: atardeceres, besos, el paseo por Lapataia, la visita al Museo del Fin del Mundo, la centolla del Tante Elvira, el vino torrontés; la india Elvira, que tallaba crucifijos en nudos de lenga; los marineros brindando con las chicas del Caballo Rojo. Ushuaia era una población pequeña, de casas humildes, una isla virgen que el Gobierno de Buenos Aires trataba de impulsar industrialmente. Treinta años después, no queda un rincón de Tierra de Fuego que no haya sido pateado por el turismo, la industria del siglo. Sufrimos esa epidemia en Santiago de Compostela: donde había una aldea con catedráticos, hay ahora una marea humana ávida de selfies.
Llevamos varios días en el puerto de Ushuaia y cada jornada atracan dos o tres cruceros de placer; barcos con 3000 turistas que suben en autobuses y, en pocas horas, visitan el Parque Nacional de Tierra de Fuego (900 pesos, más tren del Fin del Mundo opcional), navegan el Canal Beagle (catamarán para 100 personas, 1000 pesos por cabeza), y comen un choripán y bife de chorizo en el Lago Escondido (hay menú especial para vegetarianos y celíacos). Con tarifa especial, le servirán unos filipinos vestidos de indios ona, o tahitianas con collares de flores, a su gusto.
El cambio principal que observo en Ushuaia es su adulteración turística, un caballo de Troya destructor: el Fin del Mundo, que lo era, es ahora la Ciudad Más Cara del Mundo. Otro santuario de Visa y American Express, como París o las cataratas del Niágara. Cuando regresan a sus lujosos camarotes, los turistas insaciables comen mostrandose los selfies unos a otros, y entretienen la tarde con algún espectáculo a bordo. El caso es distraerse mucho y pensar poco. Esta es la nueva Ushuaia, una urbe alborotada, desordenada, caótica, comercial, el peor urbanismo del mundo después de O Carballiño. Un turismo consumista que aborrezco y, más allá de mis gustos personales, un modelo depredador, contaminante, no sostenible. Hemos venido aquí para lo contrario, para una Aventura de la Ciencia que siga el ejemplo de Cook, Darwin, Humboldt o Malaspina.
Darwin entró por este canal (Ushuaia no existía) en el segundo viaje del Beagle (1831-36), una exploración científica que removió los cimientos del saber. Aquí Darwin observó, y luego desarrolló en profundidad, la teoría del evolucionismo y del origen del hombre, cuestionando la Creación bíblica. Fue su estancia en Tierra de Fuego y el ascenso del Río Santa Cruz, hasta las Llanuras del Misterio, lo que despertó su mente científica, cuando esto eran estribaciones remotas del ex Virreinato del Río de la Plata, habitado por tribus locales “no contactadas”.
El escritor argentino Gerardo Bartolomé novela con rigor histórico la apasionante Aventura de la Ciencia vivida por Darwin y el capitán Fitz Roy en La traición de Darwin, donde une el hilo de Darwin con los trabajos de Francisco Pascasio Moreno (Perito Moreno), y recrea el descubrimiento de la Terra Incognita, antesala de la Antártida. Lectura deliciosa e instructiva antes de emprender la segunda fase de nuestra Expedición a la Antártida, en la que aguardo que los científicos sigan el ejemplo de Darwin y yo el consejo del galaico Vicente Risco: “No le hagas a tu tierra [a la Tierra], la ofensa de ser turista en ella”.