* Científicos de la Universidad de Vigo estudian en la Antártida cómo prevenir la pérdida de biodiversidad.
Día 108, lunes 2o de febrero de 2017, a bordo del Hespérides.
Los verdaderos avances en la Historia de la Ciencia se producen cuando hay un cambio de escala, de dimensión, de perspectiva, un giro copernicano, un nuevo paradigma. Galileo y Copérnico son los ejemplos clásicos: los primeros en ver que la Tierra no ocupa el centro del Universo. Las manzanas llevaban muchos años cayendo hacia abajo cuando Newton fue capaz de establecer una relación causal, la gravedad. Humboldt y Darwin, con sus observaciones globales, darán saltos de gigantes. La evidencia que mueve la rueda del saber estaba ahí, los fósiles siempre estuvieron visibles, pero solo Darwin supo formular la pregunta adecuada… y encontrar la respuesta.
“El impacto antrópico —producido por el hombre— se está dando a una nueva escala que aún no estamos observando; no se trata de ver si hay o no nuevos insectos, o de hacer una investigación concreta y finalista, sino de detectar cambios en otra escala que solo aparecen cuando se hace investigación básica. Para esto «sirve» la Ciencia”, me asegura, convencido, el biólogo santanderino, afincado en Galicia, Mariano Lastra.
Lastra es uno de los cuatro bentólogos que viajan conmigo en el Hespérides, rumbo a Isla Decepción, dispuestos a encontrar el paradigma del cambio climático a través del estudio de la descomposición de las algas. Forman parte de esta intensa y multidisciplinar campaña, la XXX Expedición Científica Española a la Antártida, y su proyecto tiene nombre de empresa constructora: DECALDEC (Descomposición de algas en Decepción).
Durante una tranquila travesía del Drake, converso con Mariano Lastra y con mi compañero de camarote, Jesús Souza Troncoso, catedrático de Zoología de la Universidad de Vigo y director de la Estación de Ciencias Marinas de Toralla. “Pon que soy de Goian, que es lo más importante”. Completan el equipo vigués Jesús López Pérez, del Departamento de Ecología de la Universidad de Vigo, y Luis Sampedro Pérez, de Ribeira, investigador del CSIC: cuatro ases de la baraja científica, con acreditada experiencia y trayectoria.
Antes de explicarme en qué consiste su trabajo antártico, Mariano Lastra insiste en el valor de la investigación básica, abandonada durante décadas en laboratorios y departamentos, con grave pérdida de tejido científico. Me parece entender que la Ciencia básica es como la Filosofía: no sirve para nada, para nada concreto, no se come; pero son los pilares del edificio del conocimiento.
Su objeto de estudio es el efecto del calentamiento global, producido por el cambio climático, en los ciclos del carbono y el nitrógeno. ¿Qué pasaría en la Tierra si la temperatura media del planeta subiera 2º? A despecho de los negacionistas, convendría ir pensando en ello.
El International Panel for Climate Change de la ONU (IPCC) prevé un aumento de temperatura —en la zona de la Península Antártica, donde nos encontramos— de entre 0,5º y 1,5º para los próximos años. Si los datos se confirman, cambiarán algunas cosas: estamos hablando de ese cambio de paradigma climático, ese giro copernicano en la biodiversidad que empieza a ser una fuente de preocupación constante.
Los bentólogos —biólogos que trabajan con bentos, el sustrato de la vida marina— de la Universidad de Vigo han venido a Decepción para chequear esa hipótesis: qué pasaría, aquí, si aumentara la temperatura. Decepción es una isla volcánica que en sí misma es un perfecto laboratorio; reúne condiciones únicas en el mundo, y nuestros bentólogos estudiarán durante las próximas semanas la descomposición de las algas en el borde marino, en la intermareal.
He paseado por las playas de Decepción, en el camino entre la base española Gabriel de Castilla y la base argentina, o en las zonas de Fumarolas, donde harán su trabajo de campo: con la bajada de la marea, la breve franja intermareal queda cubierta de una buena capa de macroalgas, pobladas por infinidad de bichitos, que con el calor generado por el suelo volcánico entran en descomposición.
“Es el proceso de mineralización: las plantas, orgánicas, se transforman en materia inorgánica (nitritos, nitratos, amonio, fosfatos, CO2) que vuelve a entrar en el ciclo, materia reaprovechable como combustible para crear nueva vida vegetal, es decir, más biomasa”. El ciclo digestivo —pues se trata de una digestión— es similar al del compost para hacer abono casero: necesita humedad y temperatura adecuada para fermentar. La humedad y temperatura en Isla Decepción son únicas, pero ¿qué pasaría si la temperatura sube 1º, como pronostica la ONU?
El equipo vigués recolecta algas en la intermareal de Decepción, las pesa y cuantifica y monta unas campanas, pequeños invernaderos, en los que la temperatura sube un 1º con respecto a otros montones de control, sin campana. Como si les echaran unas pastillas digestivas de Almax, los montones con campana invernadero se descomponen antes.
“Lo que hemos comprobado en campañas anteriores —me explica Lastra— es que el calentamiento geotérmico, que en Decepción es local, volcánico, produce una aceleración de la descomposición de las algas, que el ciclo de materia y energía es más rápido”.
El experimento se completa en el laboratorio midiendo la descomposición en la columna de agua: se analiza cómo se comporta, a distintas temperaturas, el organismo que consume el agua, el anfípodo; y posteriormente en Vigo, con las muestras tomadas en Decepción, transportadas a -20º en los congeladores del Hespérides y desde Cartagena a Vigo en un camión frigorífico. “Estas mediciones nos permiten construir un modelo nuevo para predecir los efectos del cambio climático, la liberación de CO2 a la atmósfera, la acidificación del mar. Cuanto más baje el pH del mar, habrá más problemas para la vida marina, tal y como hoy la conocemos, lo cual se traducirá de forma inmediata a pérdida de biodiversidad. La hipótesis final es que, si se confirma o se produce ese calentamiento anunciado de 0,5º a 1,5º, se acelerará la descomposición de las algas, y de la biomasa en la Antártida, y por extensión en los demás mares. Tendremos pérdida de biodiversidad”.
Este es el nuevo paradigma a considerar, en una nueva escala que trasciende el marco local de Decepción: cómo las macroalgas de la Antártida nos pueden ayudar a entender qué va a pasar en cuanto entre por la puerta, y por la ventana, el cambio climático. “Para esto sirve la investigación básica”, concluye Lastra. Nuestros científicos plantean las hipótesis y analizan las preguntas: la sociedad debería empezar a dar algunas respuestas.
Fotos: Jesús Troncoso
Blog ECOCOST
Estación de Ciencias Mariñas de Toralla (ECIMAT)
Leer Informe del International Panel for Climate Change