Día 81, martes 24 de enero de 2017, San Babilas. Lat 62º 58´S, Lon, 060º 40´W. A bordo del Hespérides.
El hielo de la Antártida es el arca que conserva los secretos del pasado, el ADN de la Tierra desde el Big Bang hasta antes de ayer; y es, al mismo tiempo, el faro desde el que la Ciencia contempla el futuro: del conocimiento que nos pueden suministrar sobre la vida hace 54 millones de años un fósil de Laurlioxylon (teca), o un testigo de hielo extraído del permafrost, hasta los cambios climáticos que se avecinan. La Antártida es una cápsula del tiempo en la que los proyectos en curso estudian el pasado y también anticipan el futuro: es el caso de la Impresora 3D de la Base Gabriel de Castilla.
Imprimir objetos en tres dimensiones ya está al alcance de todos desde hace algún tiempo; sin embargo, había un reto pendiente: ensayar, con casos prácticos reales, el diseño y la impresión 3D en modo remoto, en este caso mediante la conexión umbilical entre la Antártida y Zaragoza. Conseguir que, muy pronto, cualquier unidad militar en el exterior, una aeronave en vuelo, un ingeniero en una plataforma, o un investigador lejos de su laboratorio puedan imprimir en 3D un repuesto y continuar su trabajo. El proyecto de testar la Impresora 3D nace en el Centro Universitario de la Defensa, de la Academia General Militar (Zaragoza), en colaboración con la Base Gabriel de Castilla (Isla Decepción). El nexo de unión es el entusiasmo del comandante de la Base, Daniel Vélez, con quien ha viajado la Impresora 3D del CUD.
Les cuento una aplicación práctica para ver la utilidad del proyecto: los ecólogos que trabajan con pingüinos barbijo (el equipo de Andrés Barbosa, Museo Nacional de Ciencias), usan loggers del tamaño de un móvil pequeño, un GPS mediante el que recogen y graban todos los movimientos de un pingüino: cómo nada, a qué profundidad bucea, qué come, cómo va y viene al nido donde alimenta a sus polluelos. Barbosa ha pedido al equipo de la Base GdC fabricar en 3D una réplica de un logger real, para usar en las prácticas con estudiantes. Cada logger se coloca en la espalda de un pingüino como una pequeña mochila durante cinco días: “De vez en cuando se pierde alguno, a 1.000€ el pingüino furtivo, de modo que —razonó Barbosa— mejor si hacemos las prácticas con una pieza exactamente igual, pero de coste mínimo”.
Explicada la necesidad, el Equipo de Instalaciones de la Base Gabriel de Castilla (Luis Lavilla y David Salvador) cursó la petición al CUD de Zaragoza y, casi en tiempo real, la impresora fabricó la pieza. Otro caso real fue la reproducción de una llave inglesa concreta para un equipo de sismología. La GALERÍA adjunta muestra a David Salvador reparando el equipo en Caleta Cierva (Península Antártica). El comandante Vélez me obsequió una copia de la llave, que conservaré como parte de mis tesoros antárticos: unos, evocan el pasado; otros, como esta Impresora 3D, abren campo al futuro.