El mensaje de Ciudadano Ping: “Somos vuestros aliados, somos los vigilantes del cambio climático”

Día 77, viernes 20 de enero de 2017. Especial para EFE:Verde, desde Isla Decepción

Vapour-Col-1-colladoVapour Col (Collado Vapor) es una gran ciudad, aunque muy desconocida, cuyos habitantes gozan de una especial protección de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares. A Vapour Col solo se puede llegar por mar: el Collado Vapor se alza sobre dos salientes rocosos, cuyos nombres recuerdan las corbetas de Malaspina, el primer explorador científico español: Punta La Descubierta y Punta La Atrevida, en la costa Oeste de Isla Decepción. El emplazamiento de la ciudad es óptimo: abrigado de los vientos y los hielos, desde la colina se contempla un incesante desfile de ballenas y atardeceres de oro y plata, cuya luz brillante recorta la silueta de New Rock, una atrevida roca solitaria con forma de corona real. Así es.

Vapour-Col-4Ya tienen ustedes las coordenadas geográficas: déjenme ahora que les hable de los habitantes de Vapour Col: la ciudad tiene 60.000 según el último censo; veinte mil parejas, con sus hijos, y cada pareja habita un pequeño apartamento construido sobre terreno volcánico, sin cimientos. Son veinte mil viviendas unifamiliares cuya forma recuerda la de un nido, hechas con sillares labrados en lava y piroclasto. Dentro de la gran urbe, las familias se agrupan en colonias. La ciudad se construye y deconstruye a sí misma cada año, como en un cuento de Borges o una ciudad imaginaria de Italo Calvino; y aunque nadie conoce los planos secretos, ninguna familia se equivoca de casa.

Los vecinos de Vapour Col son gente de mar, ruda, habituada a navegar en los mares más fríos del planeta. Están equipados genéticamente para soportar temperaturas bajo cero, muy superiores a las de los inuits. Cuando a Isla Decepción llega la invernada, la larga noche polar, varios meses de oscuridad, con vientos gélidos y huracanados, los vapourinos se refugian en el mar, donde encuentran abrigo y comida; casi anfibios, pasan la invernada entrando y saliendo del agua, en el borde de la banquisa de hielo.

Vapour-Col-6Con la llegada del buen tiempo, los habitantes de Collado Vapor comienzan una actividad frenética: saben que disponen de apenas cuatro meses para reproducirse, criar a sus hijos, cambiar su gastado plumífero por uno nuevo, y regresar al mar. En cuanto la colina se deshiela, los más aventurados empiezan a acarrear piedras y construyen la casa; poco después llegan las hembras, y el reencuentro de las parejas —se reconocen entre los veinte mil congéneres y nunca se confunden entre sí— es una fiesta de besos, piquitos y abrazos. Es una danza amorosa que precede a la cópula: los habitantes de Vapour Col practican el nudismo sexual en las colonias y copulan unos a la vista de otros, en una orgía reproductiva envidiada por el resto de las especies del planeta.

Vapour-Col-5Aunque fieles a sus parejas, los vapourinos practican la promiscuidad por placer y por economía biológica: las hembras seleccionan a varios candidatos y en su útero se produce una competencia espermática: es la Naturaleza, la selección natural, la que decide quién es el espermatozoide ganador. Como no hay mucho tiempo para la crianza, el invierno acecha de nuevo, ninguna pareja tiene más de dos críos, que los padres alimentan por turno, viajando desde la colina al mar en busca de marisco y pescaditos. Mientras el padre va, la madre cuida la casita, o al revés: llevan puesto un plumífero tan sólido que es imposible distinguir el sexo de los vapourinos, sociedad muy avanzada en igualdad de género porque todas las tareas domésticas son compartidas.

Vapour-Col-3Cuando los hijos han crecido lo suficiente para tener temperatura corporal propia, dejan la casa paterno-materna y se alojan en guarderías colectivas. Muchos adultos van y vienen a buscar comida, y otros cuidan en grupo de la nueva generación: los jóvenes comen voraces, el crecimiento es rápido y, antes de que caiga la primera nevada, ya han cambiado los pañales por un flamante abrigo de plumón —también los padres renuevan su vestuario cada verano— y están dispuestos para nadar bajo los témpanos. El uniforme es común para todos, la moda damero, blanco y negro, que ha sido copiada en China y en Corea del Norte.

Entre los vapourinos hay distintas profesiones: los filósofos se reconocen por su modo de caminar peripatético; hay científicos, ávidos de curiosidad infinita, todo lo miran y observan como niños extasiados ante un escaparate en vísperas de Reyes; hay deportistas, atrevidos y saltarines; y también muchos payasos, que divierten a la comunidad con sus cantares y gorgoritos. Las disputas familiares se resuelven a guantazos, pero las colonias viven felices, ajenas al mundo, sin internet y sin leer los periódicos, como Buck, el perro de Jack London.

Vapour-Col-2Esta semana he visitado la ciudad, acompañando a una delegación científica integrada por Andrés Barbosa, Jesús Benzal y Josabel Belliure; y el presidente de Vapour Col, Ciudadano Ping, nos ha dado un mensaje de paz y amistad: “Nosotros somos los vigilantes del cambio climático. Contad al mundo quiénes somos, cómo vivimos y qué hacemos. Pedid a los Gobiernos que respeten nuestras colonias, que no nos invadan con sus humos, plásticos y aerosoles. Somos vuestros mejores aliados para conservar limpio el Planeta”.

[Hoy, 20 de enero, se celebra el Día Mundial del Pingüino, #PenguinDay].
Dedicado a JB: ¡Quién fuera, en tus manos, pingüino!