* Jerónimo López muestra en el Hespérides el fruto de cien campañas y 25 años de trabajo cartográfico del fondo marino.
@ValentínCarrera, especial para Efe:Verde.
Cuando se habla —¡y se habla tanto!— del cambio climático, los geólogos se preguntan si de verdad estamos viviendo en el periodo más cálido de los últimos milenios o cuándo podríamos entrar en una nueva glaciación, y cuál puede ser el efecto del factor humano en una tendencia o en la otra: “Para evaluar el efecto antrópico se requiere tener una perspectiva más amplia que la de aproximadamente un siglo, en el que disponemos de medidas instrumentales. Hay que recurrir al estudio de las rocas y del hielo, para saber cómo fueron los acontecimientos del pasado remoto, previo a la acción humana”.
Gracias a la XXX Expedición Científica Española a la Antártida, que me permite ver, observar y estudiar el trabajo de cada proyecto de investigación, voy entendiendo el valor de la Geología, de las Ciencias de la Tierra, a las que el geólogo Jerónimo López ha dedicado toda su vida académica, que no cabe aquí: más de 250 publicaciones desde su primer viaje a la Antártida en 1989; secretario del Comité Polar Español, presidente del SCAR (Comité Científico Internacional de investigación en la Antártida, la máxima autoridad mundial en la materia (Premio Príncipe de Asturias). Que un investigador español haya presidido el SCAR hasta 2016 dice mucho de la ciencia española y de la labor realizada en estos treinta años, desde que en 1986 se hizo la Primera Expedición Científica, de la que tuve el honor de ser cronista.
También desde entonces, desde sus primeros contactos en Cambridge con el Bristish Antartic Survey, Jerónimo López es el “espejo a lo largo del camino”, en palabras de Stendhal, en el que se reflejan estas tres décadas de pasión científica por la Antártida. Desde su grupo de investigación GEA (Geología y Antártida; pero también gea, la tierra), despliega su actividad en áreas tan diversas como Geodinámica, Impactos ambientales, Geomorfología, Neotectónica, Cartografía, patrimonio geológico, geodiversidad y Geología ambiental, entre otros.
Estos datos he tenido que indagarlos en su currículum; no me los cuenta él, que ni siquiera me ha dicho que es uno de los pocos mortales que ha subido al monte Vinson y al Everest. Ha hecho varias expediciones con Eduardo Martínez de Pisón, de quien es buen amigo.
—¡Touché! —le digo; Martínez de Pisón, otro antártico de pro, es el autor de La tierra de Jules Verne, mi libro de cabecera en este viaje.
Al calor de Verne y de la amistad, la conversación retorna al origen, inagotable, fecunda, paseando con Jerónimo López por las fallas del Arco de Scotia; pero ningún viajero camina sobre el fondo del mar sin un buen mapa. A la hora justa en que el Hespérides surca el Paso Drake, el comandante Aurelio F. Dapena se reúne con oficiales y científicos en la camareta principal. Sobre la amplia mesa, nuestro geólogo despliega una carta batimétrica del Estrecho Drake, que trae consigo cuidadosamente plegada, como un verdadero mapa del tesoro. La escena evoca la cámara de sir James Clark Ross o la del Challenger, que hicieron aquí los primeros sondeos hace poco más de un siglo: este saber nuestro de la Terra Incógnita es tan reciente que la primera carta batimétrica es la de Murray en 1895. Anteayer.
Quizás por ello siento que es un momento histórico, contemplar el primer mapa submarino de la zona, mientras cruzamos el Drake, a bordo del Hespérides, contado por uno de sus autores, cuyas explicaciones escuchamos admirados. El mapa del tesoro es el Bathymetry and Geological Setting of the Drake Passage: la primera representación batimétrica fiel del fondo marino en la franja comprendida entre el continente americano (Tierra del Fuego) y la Península Antártica: un área de 1.470.000 km2, enmarcada entre los paralelos 52º S y 63 S, y los meridianos 70º O y 50º O. Cinco institutos de otros tantos países han participado en su elaboración: el prestigioso Bristish Antarctic Survey, el Korea Polar Research Institute, el Alfred Wegener Institute, el Programa Antártico de Estados Unidos y el Instituto Geológico y Minero de España. Se trata de una relevante contribución colectiva, que ha contado con el apoyo del SCAR, y que ha sido posible gracias a la labor realizada desde España y al empuje de su principal autor, el geólogo Fernando Bohoyo, del IGME.
Siguiendo la estela del Challenger y del Discovery II, la información del mapa ha sido recopilada durante más de cien campañas, en los últimos 25 años, por seis barcos, entre ellos el Hespérides, cuyo comandante acoge hoy con orgullo el fruto de su trabajo. Guiados por el dedo de Jerónimo, recorremos la dorsal llamada Zona de Fractura Shackleton, una cadena montañosa de 700 km bajo el océano, con picos de más de 3.000 metros de altura. Como si colocáramos los Pirineos sobre el fondo del mar, entre Cabo de Hornos y las Shetland del Sur.
Este mapa del Paso Drake, estéticamente vistoso, parece un cuadro expresionista, es un hito en la historia de la batimetría. Los investigadores profesionales, pero también los aficionados y curiosos, pueden descargarlo en alta resolución en la web del IGME o en la del SCAR. Quizás no haga que la navegación sea más segura, eso depende de los vientos y las corrientes; pero ayuda a entender mejor la dinámica de las aguas sobre las que el Hespérides navega sin miedo a las profundidades abisales. Con esta carta en la mano, el marino español Francisco de Hoces no se habría perdido en la tormenta, y el corsario inglés sir Francis Drake nunca habría dado su nombre al más peligroso de todos los mares.