Especial para EFE:Verde, por @ValentínCarrera, a bordo del Sarmiento de Gamboa.
A las 23:35 (hora local, las 3:35 en España) del 6 de diciembre de 2016, el buque oceanográfico Sarmiento de Gamboa hacía su entrada en la amplia ensenada de la Bahía Sur de Isla Livingston. ¡La XXX Expedición Científica Española ya está en la Antártida!
Mientras el buque de la Armada Hespérides ultima preparativos en Cartagena para zarpar a comienzos de la próxima semana rumbo a Ushuaia, el Sarmiento de Gamboa ha tenido este año la alta responsabilidad de poner en marcha el reloj de la campaña antártica y abrir las tres sedes científicas españolas: la base Juan Carlos I y el campamento internacional Byers, en Isla Livingston, y la base Gabriel de Castilla en Isla Decepción. La primera ya está operativa desde ayer miércoles: toda la maniobra se ha realizado con la mar en calma y sin un solo incidente, con eficacia y mucho ánimo.
El día amaneció (en realidad no llegó a anochecer) con un sol espléndido, con esa luminosidad purísima que solo aquí es posible contemplar, protegidos, eso sí, con gafas polarizadas. El primero en saltar desde la zodiac a tierra fue el Jefe de la Base Juan Carlos I, Jordi Felipe Álvarez, biólogo con más de doce campañas de experiencia y un modo suave de ejercer el liderazgo con una sonrisa. Seny catalán con raíces gallegas, de Meira, donde nace el río Miño, para ser exactos. Mientras escribo, Jordi Felipe ha venido a dar las últimas instrucciones: me tocará bajar en la tercera zodiac, y cuando el generador esté encendido y la base en marcha, clavaremos la bandera de España, al tiempo de transmitir al Comité Polar Español: “La Base Juan Carlos I está abierta”.
“No olvides las llaves”, bromeo. Pero las puertas de la Base no tienen llave: están abiertas, como los refugios de montaña, para cualquiera que pueda necesitarlo. Es la ley antártica: solidaridad, puertas abiertas, sentirnos parte de una ONG global: Científicos sin fronteras.
Después de 33 días de navegación, desde que zarpamos el 5 de noviembre del puerto de Vigo, todos a bordo del Sarmiento de Gamboa aguardábamos este momento con impaciencia y lo estamos viviendo con emoción. La mía personal es legítimo orgullo: me dice Luis Ansorena, el conseguidor, veterano en esta aventura antártica, que soy el primer periodista que va a cubrir en directo la apertura de las dos bases y la navegación completa hasta el final de la campaña. Pues a eso he venido, a empaparme de los «30 Años de España en la Antártida».
¡Bébetelo todo!
Durante la travesía del Paso Drake, que esta vez no hizo gala de ser el más peligroso, disfrutamos el espectáculo de las primeras ballenas. Un hermoso ejemplar se acercó, bufando orgullosa, hasta casi rozar la proa, y haciendo una “s” con flexibilidad de gimnasta china, se hundió en las profundidades y desapareció. Todo es ya un espectáculo a cero grados. La impaciencia del equipo de Jordi Felipe por bajar a tierra y poner la infraestructura en marcha en tiempo récord, se mezcla con la alegría y la curiosidad que compartimos, cámaras y móviles en ristre, haciendo caso del consejo amigo: “¡Bébetelo todo!”.
Para eso he venido, para beberme esta mar de emociones y contarlo, para compartir a través de la Agencia EFE, de Televisión de Galicia y de las redes sociales del blog #HorizonteAntártida, esta Aventura de la Ciencia.
Para tratar de comprender y explicar las razones profundas del conocimiento y la investigación que mueven la complejísima y delicada maquinaria de esta expedición científica. No caben en esta nota, ni en un informe: la dimensión global de este gigantesco laboratorio que es la Antártida se mide en teras de información y sensaciones, pero ¿qué pasión nos impulsa?
¿Qué resorte empujaba a Scott y Amundsen, y al no menos heroico Shackleton? ¿Qué afán de conocimiento científico movió la rueda del timón de Alejandro Malaspina, Darwin o Humboldt, por citar a tres de los más grandes? ¿O el propio don Pedro Sarmiento de Gamboa, que da nombre a este barco, elegante, inasequible al desaliento, tenaz, marinero como el de don Pedro, descubridor de las Islas Marquesas con aquel mi paisano de Congosto, don Álvaro de Mendaña?
Tengo la certeza de que la convivencia con los biólogos, vulcanólogos, químicos, ornitólogos que despliegan ya sus laboratorios sobre la piel helada de Livingston, será una fuente inmensa de conocimiento: en busca de claves para entender problemas vitales, cotidianos, como ese cambio global que aún no sabemos bien cómo explicarnos. Ellos son la esencia de esta XXX Expedición Científica Española a la Antártida; pera también los anónimos carpinteros, fontaneros y electricistas, como mis compañeros de camarote, los valencianos Cristóbal y Juan; y el médico, y los que hacen todos los días en la cocina el milagro de los panes y los peces para darnos de comer a cincuenta pingüinos.
De eso les hablaré en la próxima entrega, de los pingüinos barbijo y de Papúa, y de cómo hacerles un análisis de sangre indoloro.