Día 113, sábado 25 de febrero de 2017, san Papías, Isla de la Media Luna.
Regresábamos en zodiac, patroneada por los expertos del Hespérides, después de compartir el trabajo de campo en Isla Cuverville con el equipo de geólogos del programa CONGEO, que dirige Jerónimo López. La bahía Cuverville, soleada y espléndida, de belleza inaccesible para los mortales, nos había regalado ya tantas sorpresas que no cabía esperar una más: seis ballenas jorobadas jugando con nosotros durante varias horas, siguiendo (que no persiguiendo) los giros y evoluciones de la zodiac, acercándose tanto que con estirar el brazo casi podríamos acariciar el lomo de la ballena.
Regresábamos, como siempre, felices, cuando vimos que se acercaba por la proa un pequeño velero del tipo ¡Qué hacen aquí estos locos! Es un modelo antártico frecuente: hace semanas convivimos con los aventureros del Geluk y hemos visto otra media docena de embarcaciones diminutas, auténticas bañeras, desafiando al todo y a la nada.
El Iorana, que así se llama, y nuestra zodiac aminoraron motor para cruzar un breve saludo, lo típico, de dónde sois, de dónde salís y a dónde vais. Resultó que había un leonés: «Ah, tú eres el de Ponferrada -me dice-, sigo tu blog, encantado!». Me quedé turulato y apenas me dio tiempo a preguntar más, los saludos quedaron flotando sobre la mar, bailando con el viento y las ballenas.
El Iorana siguió su rumbo y yo subí la escalerilla del Hespérides cavilando sobre lo pequeño que es el mundo. Incluso en la Antártida inmensa.