Día 66, lunes 9 de enero de 2017, Santa Basilisa. Isla Decepción.
Cada día tiene su afán, y en la Antártida, más. Cada uno tiene el suyo; al atardecer nos reunimos todos en la casa común de la Base Gabriel de Castilla, en Isla Decepción, y se organizan las tareas: unos a construir cimientos para el nuevo almacén, otros a poner GPS a los pingüinos, este a reparar un generador, aquel a volcar los datos de un sismógrafo. Nadie está ocioso, somos una colmena de abejas laboriosas, atareadas, divertidas. Disfrutamos trabajando, y eso se nota.
Mi afán de hoy, compartido con el comandante Daniel Vélez y la bióloga Josabel Belliure, fue la videoconferencia con el Colegio San Ignacio de Ponferrada, mi ciudad natal; hasta allí llegó por las ondas la voz entrecortada del teléfono, pero una intensa nevada en el momento oportuno se encargó de impedir que llegara la señal de vídeo. Aún así, la buena disposición de profesores y alumnos al otro lado del hilo, hizo posible celebrar una videoconferencia sin video. Los chicos y chicas de San Ignacio mantuvieron la atención, preguntaron, nos acompañaron en nuestro viaje. Ayudaron los buenos oficios de Beatriz Escudero, y Herminio, y Javier, de Pharmadus, la firma berciana que patrocina este blog, #HorizonteAntártida, cuyas infusiones me ayudan a entrar en calor y me reconfortan cuando regresamos del glaciar.
Cada día tiene su afán, y el nuestro hoy es sembrar semillas de futuros investigadores y científicas entre los jóvenes de Ponferrada, y de toda España, pues el Ejército de Tierra se emplea a fondo en esta labor de difusión en colegios e institutos, en dar a conocer nuestro trabajo aquí en la Antártida. Hacer las cosas está bien, pero que la sociedad, nuestra sociedad, sea capaz de entenderlo y valorarlo, está aún mejor. Estamos muy necesitados de sensibilidad social hacia la Ciencia y la Educación: no toda la culpa es del Gobierno de turno, si nosotros mismos gastamos más dinero en fútbol que en libros, por ejemplo; si la sociedad no se planta y no multiplica por dos los presupuestos de educación e investigación: los del Estado y los de cada comunidad, ayuntamiento o familia. Desde la Antártida, aportamos hoy nuestro granito de arena a esa tarea colectiva, sembrando semillas a trece mil kilómetros de distancia. De cabeza a cabeza, de corazón a corazón.