Día 107, domingo 19 de febrero de 2017, Caleta Cierva.

world whale day[4]En el Día Mundial de las Ballenas, que se celebra hoy en todo el mundo, conviene recordar la pregunta que en forma de espléndido libro formulaba hace casi cuarenta años el novelista Ramón J. Sender, Por qué se suicidan las ballenas: “¿Por qué se suicidan esos enormes cetáceos antediluvianos que tienen una capacidad de anticipación intuitiva diez veces mayor que nosotros y que renunciaron hace cientos de millones de años a las tareas que han llevado a los hombres a lo que llamamos la civilización? ¿Qué es lo que en su intuición perciben las ballenas? ¿El riesgo probable del fracaso de la vida orgánica incluidos los genes de las especies vertebradas y mamíferas? ¿Una anticipación voluntaria de una destrucción inevitable y próxima?».

Me hago esa pregunta a bordo del Hespérides, fondeados en un lugar de otro mundo, Caleta Cierva, a tiro de piedra de la base argentina Primavera, asentada en la ladera del cabo Spring. El día ha amanecido tan espléndido, y la mar tan calma, que toda la tripulación y personal científico ha bajado a pasear en la zodiac por entre los icebergs y el bras, esa diminuta banquisa que adorna la bahía. Los más atrevidos se han subido a icebergs gigantes, en busca de la temible foca leopardo…

Por si faltaba algo a este fin de semana de fantasía, dos soberbios ejemplares de ballena jorobada se han  puesto a danzar en la proa a la hora del atardecer, justo en el punto que los cámaras y fotógrafos hubieran deseado, como si ellas fueran conscientes de su inmenso valor estético, ecológico y emocional. Nos hemos abrazado con los ojos y el objetivo a estos dos seres bondadosos y juguetones, ya para siempre nuestras amigas, las ballenas de la Costa Danco y el Estrecho de Gerlache.

Es difícil imaginar en una sola escena más toneladas de belleza por centímetro cuadrado, iluminadas por un sol de oro. Todos los expedicionarios, como pingüinos en serie, abalanzados sobre la proa, contemplamos este regalo de la vida compartiendo una emoción que saltaba, codo con codo, entre nosotros y producía chispas de relax y éxtasis, una especie de orgasmo fotográfico colectivo. Me pareció ver también alguna lágrima furtiva de alegría y felicidad.

Silvia Peris: El suicidio de las ballenas