Día 128, domingo 12 de marzo de 2017, Lon 56º 01 S, Lat 67º 17 W.

Se me acaba la beca. No creo que me renueven el contrato. Yo el próximo año me voy a Tasmania, me ofrecen una oportunidad y en mi universidad no hay sitio para mí. Estoy pensando en irme a Alemania. Mi sueldo no llega a los mil euros, ¿quieres que te enseñe la nómina?

No hace falta, prefiero no verlo. La precariedad también alcanza a las investigadoras y científicos que forman parte de la XXX Expedición Española a la Antártida. La precariedad laboral, gravísima en el campo de la Educación y la Ciencia, donde un salto atrás sacrifica el futuro de varias generaciones, se ha convertido en algo habitual, cuando es una absoluta anormalidad en una sociedad democrática avanzada. Cosa que no somos, ni sociedad democrática ni avanzada, con la Ciencia ninguneada, tirada por los suelos, bajo el pretexto de la crisis más hipócrita y mentirosa de la historia.

Duele ver a estos jóvenes, su conocimiento desperdiciado, buscando vías de escape porque el Gobierno de su país se encoge de hombros. Duele ver la selva burocrática en la que naufragan los investigadores —¡cuánto tiempo estéril!—, hastiados de papeles inútiles y redundantes; o la torpeza infinita de una Administración para sacar un simple billete de avión, o los vericuetos de los proyectos de investigación para sobrevivir asfixiados.

Llevo semanas conviviendo, observando, disfrutando de esta nueva generación de científicos y científicas de primer nivel, con preparación sólida, vocacionales, eficientes, ninguneados por su país con becas misérrimas y contratos precarios; doctorandos que lo dan todo, alegres y contentos, entregados a su trabajo sin mirar el reloj ni contar el esfuerzo.

Se diría que han sido contratados por el mítico anuncio de Shackleton en el Times; “Se necesitan científicos para viaje peligroso, sueldo escaso, frío extremo. Largos meses de completa oscuridad, peligro constante, no se asegura estabilidad laboral al regreso”. Son la nueva especie, nacida en el ecosistema de la Antártida a causa del cambio climático-económico: los mileuristas antárticos.

[Foto: cortesía de Cayetana Recio].