Día 24, lunes 28 de noviembre de 2016, Santa Quieta, 43º 28 S, 62º 43 W.
No quiero desmitificar la conquista de la Antártida, cada expedición y cada viajero tienen valor propio, acorde con su época; pero convengamos que nuestro viaje en 2016 es más cómodo que el de los primeros exploradores de la «época heroica», pródigo en momentos terribles y modelos de conducta que sobrepasan lo humanamente posible.
El más destacado es el viaje de Shackleton en 1914, quien regresó con todos sus hombres a casa después de perder el Endurance, atrapado en la banquisa de hielo, y sobrevivir más de un año en un iceberg, donde instalaron el campamento Paciencia.
Además de pensar en cómo salir de aquel témpano, en Paciencia una preocupación diaria era la comida, no morir de hambre ni de asco. El cocinero Green construyó un fogón que funcionaba con grasa de ballena, y el variado menú incluía carne de foca y de pingüino. A medida que pasaban los días, la leche y las galletas se iban acabando y hubo que racionarlas; pero, como buenos ingleses -Shack era irlandés-, nunca les faltó el té.
He estado contemplando la taza de té de Shackleton, que se conserva en su museo, mientras me tomaba mi propio Té&Chocolate, de lateteraazul, y he brindado, con aromas de cacao y nueces de macadamia, por aquellos exploradores de los tiempos heroicos, a los que nunca faltó el momento inspirado del té, a veces alegre y compartido, a veces pensativo y solitario…