Día 57, sábado 31 de diciembre de 2016, Nochevieja, Puerto de Ushuaia.

En la ciudad de Ushuaia, el fin del mundo, hay un sencillo monolito que guarda «La Cápsula del Tiempo PHILCO»,  enterrada en 1992. Un receptáculo de acero conserva seis discos de vídeo láser con series de TV y miles de mensajes que los argentinos grabaron para que sean leídos y vistos dentro de 500 años, en 2492. La obsesión de la humanidad con el tiempo es remota: como seres hechos a imagen y semejanza divina, según la Biblia, aspiramos también a la inmortalidad; y luego nos vamos dando cuenta, al llegar a la edad de Loquillo, de que la vida va en serio, y es un camino de dirección única, decía Agatha Christie.

Camino de Ushuaia, navegando en el Beagle por el Atlántico, en 1834, Darwin descubrió la relatividad de la Creación y comprendió por vez primera que el mundo no pudo ser fabricado en seis días, «y al séptimo, descansó». Su razonamiento desafía la lógica del Génesis: «Roma fue fundada hace dos mil quinientos años, y sabemos que el Vesubio y el Etna han crecido unos 50 pies de cenizas desde la erupción de Pompeya. Es decir, 50 pies en dos mil años. A ese ritmo, ¿cuánto tardaría en crearse una montaña como el Teide?». Su interlocutor responde: «¡Cuatrocientos ochenta mil años!».

Tiempo cósmico, fuera de nuestro alcance, como el de la Antártida, donde he visto laureles y coníferas fósiles con 54 millones de años de antigüedad. Nuestra vivaracha especie desafía cada fin de año el paso inexorable del tiempo: en las calles de Montparnasse he visto en Nochevieja una manifestación contra el paso del tiempo, vestidos de trogloditas o relojeros. Traperos del tiempo, como Phileas Fogg, usurero de los minutos, que equivoca el día, como el Conejo Blanco de Alicia en el país de las maravillas.

Aspiramos a comprender el cambio climático, escuchamos el tic-tac de los glaciares, tomamos el pulso a las placas tectónicas, escribimos relatos como el magistral comic La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick,  inventamos máquinas del tiempo para «regresar al futuro», enterramos cápsulas, celebramos cada Nochevieja el cambio de año, o de milenio, y enterramos, ¡ilusos!, cápsulas del tiempo para apenas 500 años… Somos relojes derretidos de Dalí, medimos por minutos, horas, décadas, siglos, lo que la verdadera Cápsula del Tiempo, la Antártida, mide en millones de años.

¡Feliz 2017!