Día 63, viernes 6 de enero de 2017, San Melanio. Isla Decepción.
De los distintos lugares que vamos conociendo en este viaje a la Antártida (Estrecho de Magallanes, Canal Beagle, Lago Esmeralda, Bahía Lapataia, Paso Drake, Isla Rey Jorge, Isla Livingston, incluida su península Byers, “un sitio muy especial”), la redonda Isla Decepción lleva la palma.
Quien la escogió por razones científicas, para establecer aquí la Base Gabriel de Castilla, acertó de pleno, pues Decepción es una fuente inagotable de conocimiento sísmico, volcánico, geodésico… Bien saben los lectores y lectoras de #HorizonteAntártida, aún sin haber estado nunca aquí, que toda la Antártida es pródiga en lugares mágicos, indescriptibles; pero Decepción, sin ser tan espectacular ni tan fotogénica como otros parajes, encierra en sí misma tesoros que la convierten en un perfecto laboratorio, una Islandia a escala 1:458. El laboratorio austral donde interactúan un volcán, cientos de fumarolas, lenguas de glaciar, lagos interiores, temperaturas que oscilan de los -20º a los 20º, o a los más de 1000º del magma que fluye bajo nuestros pies. Una extraña mezcla de atractivo y riesgo, guarida de piratas, cala de foqueros y balleneros, ahora visita obligada de los cruceros turísticos que llegan cada día desde el continente.
La isla me regaló hoy una visita a la Base Argentina, fundada en 1948, en compañía de la asturianina Susana Fernández y de los compañeros del Sarmiento de Gamboa. Desde que llegué vivo en un carrusel de sensaciones: la jornada amaneció con una intensa nevada; a media mañana el suelo caliente, volcánico, había derretido la nieve; al mediodía nos acarició un sol tropical: los más valientes hicieron deporte y se dieron un chapuzón; la atmósfera luminosa nos dejó ver Livingston y luego asomó la naricilla la luna creciente, que aquí no es mentirosa pues se ve del revés, hemisferio sur; y al atardecer volvió a nevar. No les cuento la noche entre pingüinos.
El cono del volcán tiene forma de herradura, a cuyo interior, la Bahía Foster, se accede por un estrecho desfiladero, los Fuelles de Neptuno. Es una isla coqueta, que se sabe admirada y, a un tiempo, temida y respetada. De vez en cuando, la última vez en 1970, dicen que ya va tocando…, coge una rabieta magmática y entra en erupción. Los sensores de nuestros sismólogos registran sus pulsaciones, escuchan con atención el latido de la isla, la respiración contenida del volcán. El sueño de todo vulcanólogo sería verlo entrar en erupción y, sin que haya desgracia alguna, el sueño de este cronista sería contarlo en directo. Con esa mezcla de anhelo y temor, duermo cada noche en el regazo del volcán.