Día 58, domingo 1 de enero de 2017, Año Nuevo, Puerto de Ushuaia.

Mal podía imaginar el escritor berciano don Enrique Gil y Carrasco, desde su modesta vivienda en Berlín, donde recibió y entregó al barón Humboldt, y al Rey de Prusia, los primeros ejemplares de su novela romántica El Señor de Bembibre, que algún día su héroe y protagonista, don Álvaro Yáñez, cabalgaría por los mares del sur.

El encuentro del humanista más admirado y respetado de Europa, Alexander von Humboldt, con el joven poeta villafranquino hubo de ser memorable (ha sido llevado a las tablas por el Grupo Conde Gatón, con texto de Ovidio Blanco). En 1845, cuando Gil conoce al sabio alemán, Humboldt era la persona más influyente de Berlín: ya había estado en El Bierzo, de camino hacia el puerto de A Coruña, de donde zarpó para un viaje de cinco años por América (1799-1804), había remontado el Orinoco, ascendido al Chimborazo y viajado por Rusia y Siberia. Enrique Gil, viajero ávido, diplomático de extraordinaria inteligencia, conversó en alemán con el autor de Cosmos: un instante mágico que podemos imaginar.

Evoco ese instante a bordo del buque oceanográfico Sarmiento de Gamboa, a punto de finalizar el año 2016, surcando los mares del Sur, a los que Humboldt se asomó levemente cuando cruzó el ecuador. Evoco ese instante navegando, por tercera vez en mi vida, hacia la Antártida, a punto de surcar, dentro de pocas horas, el Paso Drake.

Si Enrique Gil ha sido mi pasión en los últimos años, celebrando su II Centenario con la edición de las Obras Completas que me cupo el honor, y el esfuerzo, de editar en la Biblioteca Gil y Carrasco, en esta nueva aventura es su amigo Humboldt quien me acompaña, junto con sus colegas científicos Charles Darwin y Alejandro Malaspina, cuyos pasos voy siguiendo por el Río de la Plata y Tierra del Fuego.

Con el Viaje de un naturalista del padre del evolucionismo, han viajado conmigo en el equipaje dos ejemplares de El Señor de Bembibre, de la edición 2015 que me cupo el honor, y el esfuerzo, de publicar en la Biblioteca Gil y Carrasco, ilustrados con las vistosas láminas del poeta Juan Carlos Mestre.

Tras dos meses de navegación por las bases científicas españolas, el Sarmiento ha recalado en el puerto de Ushuaia para celebrar la Nochevieja y relevar la tripulación. Llegan refuerzos y se va una veintena de hombres y mujeres que dejan en mi corazón un recuerdo entrañable. Al despedirme del capitán, Pablo Fernández, paisano leonés de la montaña, de Argovejo, le he entregado como agradecimiento por su hospitalidad a bordo un ejemplar de El Señor de Bembibre, y he donado otro libro a la biblioteca del barco, para que don Álvaro Yáñez navegue incansable los mares del sur.