Día 103, miércoles 15 de febrero de 2017, Lon. 64º  46´S, Lat. 64º 03´W. Estrecho de Gerlache.

Tras cuatro meses navegando por los mares de la Antártida, cuando parecía que el viaje comenzaba a bajar la colina del adiós, hemos comenzado a subir las montañas de la locura.

Lo mejor del viaje estaba (está siempre) por llegar: el Estrecho de Gerlache y la Tierra de Palmer, ya en el paralelo 65º. Muchas ballenas, focas leopardo saciadas, dormitando  sobre un iceberg. El Hespérides navega por un pasadizo de apenas dos millas de ancho: a un lado, el continente; al otro, islas. Nos acompañan al paso icebergs de todos los tamaños y tonos, y glaciares a pie de mar, que no acaban de romper amarras. Belleza para bebérsela. A veces sale el sol, a ratos nieva, o el cielo se oscurece y vuelve a resplandecer. He permanecido largo rato en la proa recibiendo en la cara el viento y la lluvia, bebiendo la plenitud de la Antártida.

Amanecimos en un mar de bras y banquisa, sin música, sin viento: quietud. Comparto con los lectores y lectoras de #HorizonteAntártida la sensación de flotar sobre un mar de belleza gélida; no es acogedora, impone. Todo en silencio y todo tan inmenso.