Día 19, miércoles 23 de noviembre de 2016, San Asclepiodoro, 27º 09 S, 45º 00 W.
La contemplación del mar es mi pasatiempo favorito a bordo: el paisaje es siempre, monótono, el mismo; y siempre, incansablemente cambiante, distinto. La proa del Sarmiento de Gamboa rasga la lámina de agua y crea un mini tsunami de caballitos de mar, miles de pequeñas olas que se resuelven a sí mismas, como si la fórmula del H2O se desintegrara en espuma, formando círculos, amebas, paramecios flotantes, manchas blanquecinas.
A medida que el casco avanza, el cortejo de caballitos de mar que acompaña el paso del barco, se difumina y desaparece. Una mirada por popa confirma que todo vuelve a estar como antes de nuestro paso: la mar engulle la espuma con indiferencia, y el casco rojiblanco del Gamboa vuelver a crear a cada segundo otro ejército de olas y espumas.
Pero, cuando levanto la vista del agua, encuentro también la belleza en las pequeñas cosas, como este bodegón de trancas tendidas al sol. Una improvisada instalación a bordo: en el MOMA de Nueva York sería arte de vanguardia.