Día 61, miércoles 4 de enero de 2017, San Trifón. Paso Drake.

La explotación de la Antártida comenzó con el siglo XIX, la época de las grandes navegaciones polares. En 1800, el cazador de focas Edmund Fanning, a bordo del Aspasia, aseguró haber conseguido 57.000 pieles de foca. A su vez, en 1825, el navegante James Weddel, que dio su nombre al Mar de Weddell, calculó que en aquellos veinticinco primeros años de explotación masiva de Orcadas y Georgia, los cazadores de focas habían cobrado 1.200.000 piezas y 20.000 toneladas de aceite de elefante marino.

En Rey Jorge los foqueros y balleneros llevaron la población de cetáceos al exterminio. Y otro tanto ocurrió en Isla Decepción, principal factoría de balleneros noruegos y rusos, por cuyo desfiladero, los Fuelles de Neptuno, acaba de entrar hoy el buque Sarmiento de Gamboa para traer suministros y relevos a la base Gabriel de Castilla.

Contemplando la vieja factoría ballenera de Decepción, pienso que si la caza de ballenas o de focas volviera a estar permitida, en pocos años, menos aún que en 1825, volverían al exterminio. Por fortuna, la Antártida es hoy casi el único lugar en el Planeta sin caza ni pesca ni comercio, ni abusos ecológicos. Solo capturamos muestras, testigos, datos, fotos, como este instante de belleza mineral, congelado en los Fuelles de Neptuno.