Día 21, viernes 25 de noviembre de 2016, Santa Jocunda, 33º 52 S, 52º 04 W.

Las aguas están turbias, la desaladora del barco produce un 30% más de agua potable que ayer y las sondas que el CSIC lleva en el casco del Sarmiento de Gamboa han detectado un brusco cambio de salinidad: hasta aquí, a doscientas millas de Buenos Aires, llega la lengua chocolatosa del Río de la Plata, el estuario formado por los ríos Paraná y Uruguay, considerado el río más ancho del mundo. Una boca al mar de 219 kms, cuyo aliento dulce y vegetal se adentra en el Atlántico cargado de nutrientes, limo, arcilla. Un continente disuelto que se mueve: 160 millones de toneladas de sedimento cada año. A este Nilo sudamericano se asoman, cómo no, dos ciudades míticas, literarias, Buenos Aires y Montevideo, que no visitaremos, pero las sueño en la distancia.

Sí las visitó Darwin en 1833, mientras el Beagle exploraba la costa, y quedó extasiado por las mujeres españolas: «Lo siento por todas vosotras. Os haría muchísimo bien venir a Buenos Aires», escribió a sus hermanas. Durante una excursión a Santa Fe en busca de fósiles (480 kms., como quien se peina), Darwin enfermó de fiebres, posiblemente malaria, escribe su biógrafo Moorehead: «Le aplicaron extraños remedios, como una compresa de fríjoles picados enroscada a la cabeza y otros demasiado repugnantes para mencionarlos».

En aquel periplo, Darwin fue testigo de la campaña de exterminio de los indios, ejecutada por el general Rosas. «¡Cuánto más horrible es el hecho cierto de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tener más de veinte años! Y cuando yo, en nombre de la humanidad protesté, se me replicó: «Sin embargo, ¿qué otra cosa podemos hacer? ¡Tienen tantos hijos esas salvajes!», escribió Darwin en su Diario.

Me quedo con nostalgia de no anclar en la bahía de Montevideo y dedicar dos o tres meses a buscar fósiles en el Paraná. El Sarmiento de Gamboa ni se ha inmutado y sigue navegando rumbo Sur. A bordo, la tripulación se ocupa en tareas de maqueo y mantenimiento: solo la presencia de algunas aves marinas delata nuestra cercanía al delta del Río de la Plata.